viernes, 24 de febrero de 2012

II. De la libertad


Son pocas las noches en que el bar cierra temprano. Unas copas a medio llenar, algunos pocillos vacíos y ceniza por doquier… nada extraño. La milonga en la vitrola suena tan amarga como el último trago de ginebra que recorre la sangre de un hombre escuálido, de rulos irritantes, tumbado en la barra.

La piedra, señor… mientras empieza a moverse, piensa y sabe que ella se esfuerza, cuanto puede, por seguir moviéndose. Esa piedra, como no es consciente más que de su propio esfuerzo, creerá que es libre y que no continúa en movimiento por otra causa más que porque ella quiere. Y ésta es la libertad humana que todos dicen tener, y que consiste tan sólo en que los hombres son conscientes de su apetito y desconocedores de las causas por las que son determinados – comenta al pasar.

–  ¿Usted dice que el niño airado cree que quiere libremente la venganza? ¿Así como el tímido, la huída? – repone el mesero mientras lustra una copa.

Fíjese que el hombre que delira, el charlatán, y muchísimos de esa calaña, creen que obran por libre decisión de su voluntad, y no por ímpetu – responde el primero y agrega – aunque la experiencia nos ha enseñado hasta la saciedad que nada pueden menos los hombres que dominar sus apetitos, y que muchas veces, agitados por sentimientos contrarios, ven lo mejor y aun así siguen lo peor, creyendo que son libres –.

Un anciano de sotana posa la mano en el hombro de este último y susurra al oído.

La voluntad no quiere necesariamente todas las cosas que ama… el hombre es libre, tiene naturalmente voluntad libre de coacción;  el estar libre de coacción es una condición y no es toda una voluntad –. Prosigue la marcha y desaparece. El hombre de rulos da media vuelta y busca la voz que lo ha conmovido.

El mesero termina con la copa y sirve un café. Seca el sudor de la frente y da un sorbo a la taza. Sirve otro trago de ginebra y guarda la botella. Reflexiona unos instantes y murmura:

Créame que la libertad no es una cosa, ni un objeto. Al menos eso pienso. Es algo así como la propiedad que poseen algunos actos voluntarios. Aquella propiedad que hace que algunos actos voluntarios sean imprevisibles, nuevos, porque no están determinados ni desde fuera ni desde dentro del sujeto. Pero podríamos estar años intentando desvelar el verdadero sentido de la libertad.


Lauryn Hill y Ziggy Marley versionando Redemption Song (Bob Marley)

   

Lecturas utilizadas:

  • El hombre en busca del sentido - Viktor Frankl
  • Lecciones  preliminares de filosofía - García Morente
  • Introducción a la filosofía - Cuéllar Bassols y Rovira Martínez
  • Diccionario de filosofía abreviado - Ferrater Mora

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