martes, 20 de marzo de 2012

IV. El llanto de un zorzal


– ¡Toque una maestro!– gritó un niño desde la ventana y el silencio aplacó el bar entero. El piano de cola incrustado en el rincón de los llantos acusaba la ausencia del intérprete. Viejo canalla que junto al bandoneonista de turno embrujaron noches funestas. Armonías desoladoras para corazones desalmados, ahogados en razón. El roble del piano, recio como los rasguños de la guitarra de aquel zorzal, endurecía los anhelos de los últimos soñadores crónicos.

–Tomo y obligo, compadre– y el desastre comenzó.

Tomo y obligo, mándese un trago,
que hoy necesito el recuerdo matar;
sin un amigo lejos del pago
quiero en su pecho mi pena confiar.
Beba conmigo, y si se empaña
de vez en cuando mi voz al cantar,
no es que la llore porque me engaña,
yo sé que un hombre no debe llorar.

– ¿Usted sabe lo que era esa mujer para mí? – preguntó disgustado, buscando un destello de esperanza.

–Vamos hombre, no todo está perdido– contestó con desgano.

–Ya terminó, amigo. Ella y todas las mujeres. Todas son iguales, y yo hago mal en afligirme–.

Si los pastos conversaran, esta pampa le diría
de qué modo la quería, con qué fiebre la adoré.
Cuántas veces de rodillas, tembloroso, yo me he hincado
bajo el árbol deshojado donde un día la besé.
Y hoy al verla envilecida y a otros brazos entregada,
fue para mí una puñalada y de celos me cegué,
y le juro, todavía no consigo convencerme
como pude contenerme y ahí nomás no la maté.

–Compadre, renuncie al llanto. No malgaste lágrimas en causas perdidas… ruegue porque una balada lo atrape y nunca más lo deje escapar–.

Tomo y obligo, mándese un trago;
de las mujeres mejor no hay que hablar,
todas, amigo, dan muy mal pago
y hoy mi experiencia lo puede afirmar.
Siga un consejo, no se enamore
y si una vuelta le toca hocicar,
fuerza, canejo, sufra y no llore
que un hombre macho no debe llorar.


 – ¿Qué quiere que le diga? Mi alma está destinada a sufrir–. Revoleó el sombrero, apartó el vaso y quebró en llanto.







Carlos Gardel - Tomo y obligo (Letra de Manuel Romero)

 



lunes, 5 de marzo de 2012

III. Lo díficil de ser


– ¿Qué es usted? – preguntó un anciano de baja estatura. 

– ¿Quién soy, querrá saber usted?– respondió sorprendido un muchacho de traje importado y reloj dorado.

– Así es ¿Me va a decir usted que nunca se cuestionó quién realmente es? No ande con rodeos, dígame–.

–Bernardo… un católico de buenas costumbres y familia honorable. Felizmente casado con una mujer de valores destacables. Tengo dos hijos que valen oro… no han sucumbido ante los vicios, odian los extremismos y están preocupados por la política… afortunadamente han hecho caso a la educación que han recibido, no en vano fueron enlistados en la mejor escuela privada. Soy un funcionario estatal que percibe altos ingresos y privilegios irreprochables. Un hombre de contactos e inmerso en temas de actualidad. Un hombre que lo tiene todo y al que nada le han regalado; siempre digo “que el sudor de tu frente sea la piedra fundamental de tus días”–.

– ¿Usted cree poder vivir en paz y armonía consigo mismo? Lo desea todo, poseer y no compartir le da placer. En fin, su meta es tener más y cada vez más–.

–En la vida uno debe progresar e ir por más. Día a día deseo lo que no tengo, nunca puedo quedar satisfecho… mis deseos no tienen límites. Envidio a los que tienen más, y temo a los que tienen menos–.

– Pero aun así debe presentarse como un hombre socialmente correcto, de buenos hábitos y modales apropiados. Entiendo. Un mísero gentleman sonriente, sincero y amable–.

– ¿Así que usted cree saber que es bueno para mí?–.

–No. Quédese tranquilo que ni siquiera yo sé qué es lo mejor para mí. Usted cree saber qué necesita…  ni la sociedad sabe qué quiere para sí. Sobrevivir demanda más que exigencias éticas o simples morales. Esta situación exige un cambio radical del corazón humano–.

– ¡Usted delira! La historia se ha encargado de poner las cosas en su lugar–.

– No entre en pánico. Necesitamos grandes cambios sociales y económicos que le den al corazón humano la oportunidad de cambiar–.

– ¿Cambios? ¿Acaso usted no escucha los noticieros? Los gobernantes están encargados de la situación–.

– ¿Las noticias? Hace tiempo que me harté de los informativistas que gozan de buena reputación y vierten mentiras a raudales… ni hablar de los políticos–.

– ¡Cuán desconfiado es usted!–.

– ¡Y lo bien que hace!– gritó un ochentón desde la otra punta del bar.

– Fíjese – prosiguió el anciano – que los gobernantes hacen muchas cosas que les permiten fingir que están actuando eficazmente para evitar una catástrofe… sus interminables conferencias, sus resoluciones y discursos causan la impresión de que los problemas se han identificado. Sin embargo, no hacen nada realmente importante–.

– ¿A dónde quiere llegar?–.

– Gobernantes y gobernados anestesian sus conciencias y su voluntad de vivir. El egoísmo, el éxito personal siempre se antepone a la responsabilidad social. La avaricia envuelve a la gente estúpida–.

– ¿Por qué actuar de otra manera?–.

– Unos tienen, otros optan ser. ¿Usted tiene alguna alternativa entre ser o tener?–.

– Teniendo, pretendo ser. Quien nada tiene, nadie es–.

– Unos evitan las posesiones… otros ven en el lujo un defecto… tener poco y ser mucho. ¿Tener o ser? El problema más crucial de la existencia –.



Almendra - Color humano
















Eric Clapton, Paul McCartney, Ringo Starr versionando While my guitar gently weeps (The Beatles)

















Lecturas utilizadas:
  • Tener y ser - E. Fromm